PUBLICIDAD
La neurociencia es una de las disciplinas disruptivas del presente siglo. Consiste en estudiar de primera mano el comportamiento del sistema nervioso de un ser vivo, en particular su cerebro, frente a diferentes estímulos de su entorno. Para ello se utiliza tecnología de punta que permite observar las dinámicas neuronales sin producir efectos secundarios en el individuo.
Es una ciencia disruptiva porque anteriormente el estudio del comportamiento humano se hacía considerando al individuo como una “caja negra”, es decir, se observaba cómo reaccionaba a diferentes estímulos sin poder observar lo que ocurría en su interior. Desde la filosofía, pasando por la psicología y la pedagogía, la especulación ilustrada era la base para comprender fenómenos como la percepción, la esquizofrenia o el aprendizaje.
Desde comienzos de siglo, los hallazgos de la naciente disciplina han ido revolucionando nuestra comprensión del comportamiento humano y derrumbando una gran variedad de mitos que se tomaban por ciertos. Los trabajos de Stanislas Dehaene en Francia, por ejemplo, han producido una revolución en los métodos de enseñanza en colegios que rápidamente se han extendido por el mundo.
Otros de los hallazgos han sido impulsados por Elizabeth Dunn, de la universidad de British Columbia en Vancouver (Canadá). Sus estudios sobre la felicidad humana han revelado que los actos de gratitud, generosidad y solidaridad son los principales detonantes de los estímulos internos que nos generan estados perdurables de satisfacción.
Estos actos solidarios no son recientes. Se han encontrado esqueletos milenarios que revelan huesos quebrados que sanaron con el tiempo, es decir, son evidencia de personas que decidieron no abandonar al compañero herido, cuidarlo y acompañarlo hasta que se hubiese recuperado. Estos hallazgos sugieren que el inicio de la civilización humana no empieza con el desarrollo de las primeras herramientas de caza, ni con los primeros utensilios como cuencas y ollas, sino con estos actos solidarios que nos identifican como seres sociales.
La pandemia que poco a poco vamos dejando atrás se llevó prematuramente a millones de personas en el planeta. La inversión en investigación científica y la solidaridad nos mostraron el camino para superarla. Lo primero permitió el desarrollado acelerado de las vacunas y los tratamientos, la segunda nos enseñó que una ética del cuidado está en la base de una vida plena de satisfacciones. Así pues, la gratitud, la generosidad y la solidaridad son los ingredientes que se mezclan en el crisol del humanismo del siglo XXI.
Les deseo una feliz navidad y un 2022 pleno de gratas sorpresas.
Comentarios